martes, 28 de mayo de 2013

SOLEDAD



Siempre, a cualquiera que me pregunta; siempre le he dicho que prefiero estar sola, que la soledad no me afecta, si no que me hace sentir mejor… bien. Pero me he equivocado.
Nunca he estado realmente sola, sola como estoy en este momento; ningún amor cerca en el que acurrucarme, ningún amigo cercano con el cual compartir una risa, una confesión, ningún padre o alguna madre a la cual llorarle mis penas. En este momento es en el que estoy realmente sola; y no estoy para nada feliz.
Extraño a mi familia, extraño a mis amigos, extraño mi pueblo, extraño el olor de esas calles y techos, después de una tarde lluviosa; extraño a mi abuela en esas mañanas con el sol apenas saliendo en el horizonte, con esa música religiosa venida desde la iglesia principal, que despertaba con una sonrisa a cualquiera que pasaba una buena noche.
Extraño mis días de universidad, en los que me podía refugiar tras una computadora, para platicar con mis amigos; en los que podía salir de mi cuarto e ir a comprar un café caliente, viendo a las personas que me rodeaban y que a la vez se rodeaban de otras personas, extraños a esas personas, extraño ser una extraña entre ellos. Aquí no puedo salir, aquí todos te conocen y sin embargo no le importas a nadie, no le importas nada realmente; me siento en una prisión, en una prisión opcional, ya que fui yo quien eligió este lugar, fui yo la que eligió esta carrera y con eso, este año alejada de las demasiadas o pocas personas que me importan realmente, porque a ellos les importo realmente. ¿Me sentía sola en esos días?, no, no realmente, estaba rodeada de extraños, y los extraños nunca están solos.
Extraño el internado, extraño ese departamento que se quedo con tantas risas, con tantas alegrías y una que otra pena; extraño pararme a mirar desde el tercer piso a todas esas personas que salían por las tardes a estirar las piernas un rato, a aquellos niños que inventaban juegos a diario; extraño a esa persona con la que compartí todas mis tardes, a ese amigo que aun sin hablar me hacía sentir segura y protegida a su lado, no me sentía sola, porque realmente él estuvo siempre conmigo, recuerdo que aun a su lado, yo añoraba esa soledad, salir a pasear un rato sin compañía, observando anaqueles y puestos ambulantes; salir al cine sola pero rodeada de aquellas personas con las cuales compartía una película en común. Me gustaba estar sola, sentirme independiente; pero nunca se me había ocurrido la verdad real, NUNCA estuve sola; mi mejor amigo siempre se encontraba esperándome, yo sabía que no importaba cuanto tiempo fuera a pasar en el centro admirando las maravillas que una ciudad nocturna posee, no importaba cuanto tiempo pasara, por que iba a regresar a un departamento y a unos brazos que me esperaban abiertos. Él también salía eso es obvio, es hombre y es joven por lo que salía buscar lo que una amiga no puede ofrecerle, pero él siempre podía contar con que estaría ahí para cuando regresara, siempre podría llegar, mirarme una sola vez y encontrar en mi una sonrisa.
Ahora alejada de todos realmente, ahora sin nadie cerca a quien yo le importe de verdad, ahora es cuando experimento la soledad real, y no me gusta para nada; no podría sobrevivir en un lugar como este, no podría sobrevivir en un lugar donde todos me conocen pero no lo hacen realmente, amo mi trabajo, lo amo de verdad, pero me sentiría aprisionada y sé que me acabaría asfixiando en este lugar si tuviera que estar otro año más.
No me he derrumbado ya que tengo la compañía de ese ángel guardián que siempre ha estado conmigo, aquel que sufre lo que yo sufro, que sonríe cuando sonrío, ese ángel que nunca me abandonara porque siempre lo amare. Es gracias a Dios que yo tengo esa esperanza de que regresare a casa, con mi adorada familia; de que abrazare a esos amigos, y de que respirare nuevamente ese aire de mi amado pueblo, y tal vez en un futuro cercano encuentre esos brazos que me acurruquen y me digan cosas amorosas al oído. 

¿El peor castigo?, desear compañía… cuando no hay nadie alrededor.